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El sueño del GTC

27/08/2009

Las primeras imágenes proporcionadas por GTC y su instrumento OSIRIS son, además de científicas, poéticas. Una galaxia remolino, una nebulosa esquimal, un enjambre de galaxias conocido como Corona Borealis, una fábrica de supernovas, la evocadora agrupación de galaxias Los ojos de Markarian… No cabe duda: la Astronomía tendría que escribirse en verso. Cuando los astrónomos observan por las noches deberían colgar en la puerta el mismo cartel que ponía el poeta Saint-Pol-Roux cuando se iba a dormir: “el poeta trabaja”.

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    Precisamente, durmiendo es como la historia de la ciencia ha resuelto muchos de sus misterios; el científico se va a la cama con un problema y a la mañana siguiente se despierta con él resuelto. El GTC hace lo mismo por nosotros: nos vamos a la cama con la duda existencial de cuál es nuestro lugar en el mundo y a la mañana siguiente nos prepara el desayuno con la visión más fascinante y reveladora del Universo. El telescopio, recién inaugurado este verano, empezó a funcionar de forma abierta para uso científico el pasado marzo. Son numerosas las propuestas de observación que ha recibido, desde el estudio de planetas más allá del Sistema Solar hasta el estudio de galaxias primigenias. Como consecuencia de los primeros datos obtenidos con él, los científicos nos han preparado una sorpresa en forma de álbum de fotos.

    A toda máquina

    Para los astrónomos, al igual que para los poetas, lo escondido es más interesante que lo manifiesto. Para penetrar más allá de esa estrecha franja de la realidad que nos muestran nuestros sentidos, los científicos han tenido que dotarse de nuevas prótesis y accesorios para captar lo invisible. La tecnología nos ha proporcionado la habilidad multiplicada de ver el Universo desde todas sus formas, distancias y colores. En este sentido, OSIRIS, el primer instrumento instalado en el GTC, representa el último alarde de ingeniería al poder detectar luz visible, observar varios objetos a la vez en un amplio campo de visión y con una gran nitidez, y hacer espectroscopía, es decir, descomponer la luz visible en diferentes longitudes de onda. Todo ello gracias a un novedoso sistema de filtros sintonizables único en un telescopio de gran diámetro.

    Dadas sus capacidades, que le permitirán observar objetos muy débiles y estudiar su composición química, temperatura, densidad y velocidad de rotación, OSIRIS tratará de hacer un cartografiado del cielo profundo traspasando los horizontes de lo conocido hasta el momento. Es paradójico que el primer instrumento en hacer ciencia para el GTC tenga el nombre del Dios egipcio del Más Allá, quien, según la mitología, también enseñó a los hombres la civilización, la agricultura y las leyes. De momento, OSIRIS ya nos ha enseñado algunos sorprendentes fragmentos del Universo.

    El poder de la imagen

    La Astronomía se expresa en dos lenguajes. El suyo propio es el lenguaje de las leyes físicas y las matemáticas. Aunque, a veces, también tiene que utilizar otro vehículo de comunicación: la imagen. No hay nada más efectivo para comprender la complejidad que convertirla en una representación. Por ello, con el objeto de probar la calidad óptica de OSIRIS y evaluar su perfecta concordancia con espejos, mecánica, control y electrónica de GTC, los científicos han obtenido una serie de imágenes astronómicas que, sin ser relevantes científicamente, son una muestra del enorme potencial del instrumento.

    La primera imagen escogida por los científicos ha sido una espiral, una de las principales formas utilizadas por la naturaleza para crecer sin desbordarse y signo omnipresente en la historia de casi todas las culturas humanas. Se trata de la conocida M51 o Galaxia Remolino; una magnífica espiral localizada a 23 millones de años luz de distancia de la Tierra y una de las galaxias más brillantes en el firmamento. Lo sorprendente no es percatarse de la facilidad con la que el Universo adopta la forma de un desagüe, sino el tiempo de exposición que OSIRIS ha necesitado para la obtención de dicha imagen: dos minutos que equivalen a cuatro horas de un telescopio de un metro de diámetro.

    Un álbum de fotos

    OSIRIS también ha proporcionado otras curiosas fotografías. Una de ellas nos muestra los llamados Ojos de Markarian, dos galaxias – NGC 4435 y NGC 4438 – localizadas a 50 millones de años luz de distancia de la Tierra que interaccionan entre sí por los efectos de la marea gravitatoria. Los motivos del nombre son evidentes al ver la imagen, aunque no deja de ser inquietante mirar por el telescopio y descubrir que es realmente el Universo quien te observa. Para captar los detalles de tan seductora mirada se han necesitado combinar tres imágenes con filtros de banda ancha de OSIRIS.

    Con la misma técnica y con tan sólo 200 segundos de tiempo de exposición, se ha conseguido retratar también a una galaxia “gemela” de la Vía Láctea, NGC 7331, aunque mucho más brillante y masiva, así como la NGC2770, una auténtica “fábrica de supernovas” situada a 100 millones de años luz. Se trata de una de las galaxias más cercanas que alberga este tipo de fenómeno desencadenado por el colapso del núcleo de una estrella masiva. Durante la última década se han detectado en esta región dos supernovas y un emisor de rayos X, lo que augura un buen espectáculo de fuegos artificiales.

    Los filtros sintonizables permiten seleccionar un rango muy estrecho del espectro. Gracias a ellos, el telescopio ha podido observar objetos como la llamada Nebulosa Esquimal, pero seleccionando la línea de emisión del Hidrógeno en Balmer Alpha; no es un insulto, sino una forma de desnudar a los objetos celestes sacándoles los colores. También ha sido posible obtener una foto de familia del cúmulo de galaxias Abell 2065 que forma parte del denominado Supercúmulo de Corona Borealis. Lo fascinante del caso es cómo OSIRIS ha conseguido retratar a más de dos docenas de miembros, la mayor parte de ellos galaxias con poblaciones estelares viejas, en un instante de intimidad doméstica a más de mil millones de años luz.

    La simbiosis entre GTC y OSIRIS se revela como un instrumento científico muy valioso para entender los misterios cosmológicos más profundos, pero también como una magnífica herramienta para poder acercarse al Universo y dejarse sorprender por su belleza. A fin de cuentas, de eso trata la Astronomía, de retratar ecos del pasado, antiguos y débiles hilos de luz de objetos que tal vez ya no existan. Como un sueño que al despertar no podemos recordar, pero del que, en cambio, conservamos su emoción.

    Iván Jiménez Montalvo

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