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¿Se han parado a pensar alguna vez en que nunca, desde que nacemos, nos estamos quietos? Y no es porque seamos más o menos traviesos. A ver: mediten un poco sobre el factor ?movimiento? de nuestras vidas. No sólo nos movemos de un lado a otro caminando, con el coche, en autobús, metro, tren, avión o barco... Nos movemos incluso mientras dormimos.
No nos referimos a esas reacciones nerviosas ante los sueños, o al número de cambios de postura o vueltas que damos en la cama. Cada noche el mundo sigue moviéndose acompasadamente, haciendo que la orden “¡Estate quiet@!” sea algo que, a gran escala, nunca hayamos podido acatar por completo.
La tierra se mueve, y nosotros con ella!
Ese constante movimiento en nuestras vidas se aplica a todo, y el Gran Telescopio CANARIAS (GTC) no iba a ser menos. Además, en nuestro caso, el movimiento propio de la tierra, que gira sobre sí misma y alrededor del sol, genera la rotación de campo, una cuestión algo fastidiosa para la observación, pero totalmente resuelta con lo que les vamos a explicar.
Ya en la noticia “Para ver cómo se mueve un gigante” les explicamos, con una animación 3D, cómo funcionan los rotadores de instrumentos: unos aparatos que compensan la rotación de campo para que nuestros instrumentos puedan funcionar sin que les afecte tantísimo movimiento. Hoy vamos a profundizar un poco en esta pieza fundamental del GTC, que está siendo construida por la empresa vasca Tekniker.
Tenemos un instrumento que pesa 2.400 kg. Literalmente, debemos “colgarlo” de uno de los rotadores ubicados en los focos Nasmyth del GTC y ¡girarlo sobre sí mismo a 0,005 revoluciones por minuto! Es decir, que tardará 3 horas y media en dar una vuelta completa.
Imaginen la combinación de resistencia, lentitud y precisión que debe darse para que todo sea perfecto y podamos seguir a esa estrella de un modo constante a lo largo de la noche. Podrán deducir que nuestros rotadores de instrumentos, de 4 m de diámetro y 6 toneladas de peso, son componentes con características muy exigentes: deben girar durante 6 horas seguidas (un total de 617º).
A esta complejidad se suma otra: multitud de servicios como, por ejemplo, el envío de helio, aire comprimido seco o nitrógeno en estado gaseoso para refrigeración de equipos, deben estar disponibles y conectarse a los instrumentos. De lo contrario sería como si no tuviésemos conectado el depósito de gasolina al motor de nuestro coche: no funcionaría.
Todos estos servicios se conectan a un panel ubicado en la Plataforma Nasmyth a través de multitud de cables y de ahí van al edificio general. Los cables, al girar los rotadores de instrumentos, deben acoplarse a estos giros para evitar que se retuerzan, tensionen o deterioren. Cada grupo de cables se “trenza”, se agrupa y se incorpora a una cadena portacables. Desde el panel móvil al panel fijo hay 27 metros de cables que pesan en total unos 600 kg.
Tanto cable y tanto peso ordenado y organizado a la perfección. ¿Ven como no era tan difícil? Pero hay que ver, las vueltas que da la vida...
Natalia R. Zelman